El pasado visto como un elemento de aprendizaje me habla constantemente para sonreírme y recordarme de dónde vengo, para hablarme y decirme que todo el esfuerzo que coloquemos por nuestros sueños será grandemente recompensado. Una de esas recompensas es este momento de mi vida: tengo muchas cosas que agradecer y por las cuales sentirme afortunada, una de ellas sin duda es AVAA.
AVAA entró en mi vida en el mes de septiembre del año 2012, comenzando mi segundo año de Sociología en la Universidad Central de Venezuela y en algunos momentos llegué a pensar que no lograría cumplir con todo lo que me pedían. AVAA le dio alas a una jovencita que creció en una de las zonas más populosas de Caracas: Nueva Caracas, Catia. Una jovencita que tuvo una pérdida importante a los 17 años pero que no la detuvo en luchar por sus sueños. AVAA formó a una persona que hoy en día se siente más segura, más capaz, más confiada y que busca siempre ser la mejor versión de sí misma.
Siempre he sido una persona de bajo perfil, aunque muy observadora, me mantenía atenta, aprendiendo de cada una de las cosas que este maravilloso programa me enseñaba. De la mano de las heroínas que dirigen el programa, AVAA rompió con mis esquemas mentales. Durante cuatro años formándome en paralelo con el Curso de Inglés del CVA, asistí a talleres, participé y facilité chat clubs, conocí la esencia y retribución que brinda el voluntariado, obteniendo en mi último año del programa la Beca Internacional que otorga AVAA y la Embajada de los Estados Unidos en Venezuela.
Viajar a California durante el otoño fue un sueño hecho realidad. Los hermosos paisajes, los viajes en bicicleta, la oportunidad de convivir con una familia americana y lo más importante, la independencia que gané son invaluables. En California aprendí más de mi misma y de mi cultura. Logré expandir mi visión y pensé en mi país, en aquello que necesitamos cambiar y en aquello que tenemos que mantener, lo que nos hace diferente: nuestra calidez humana.
La primera vez que pise suelo americano tuve miedo de no entender ni poder ser entendida, mi mente estaba bloqueada, procesaba lento y me sentí preocupada. Luego de unas largas horas conocí a mi familia americana: George y France. Me sentí amada y protegida, como en casa. Y ambos decían que mi inglés era muy bueno y se sorprendían de la forma en que me comunicaba. Fue en ese momento cuando finalmente pude agradecer al CVA.
No hay palabras para describir la experiencia de estudiar en una universidad como Sonoma State University. La vida en el campus, los escenarios de conciencia ambiental, política y social. Los debates científicos a los que asistí y los profesores que conocí no me enseñaron solo inglés (el objetivo de la beca), ¡NO!, aprendí sobre historia americana, acerca de los problemas de sequía que vive California y la preocupación que tienen por el ahorro del agua. Se hablaban de temas históricos-culturales como la mexicana y la africana en los Estados Unidos, las tradiciones y las costumbres nativo americanas. Tuve incluso la oportunidad de hacer varias presentaciones sobre temas críticos y de importancia en Venezuela.
Durante mis viajes en bicicleta por el Estado Californiano me perdí varias veces. Todo era nuevo para mí, incluso el sistema de buses. En lugar de asustarme estaba emocionada. Uno de los fines de semanas cercanos a mi vuelo de vuelta a Venezuela y teniendo en mente que ‘’no tenía tiempo que perder, sólo tiempo que ganar’’, decidí que tenía que conocer los Sequoias o Armstrong Redwoods de California (son los árboles más viejos del planeta y sólo existen en California). Ese día fue lluvioso, me desperté a las 6 a.m. y tomé un bus en Rohnert Park con mi bicicleta (¡los buses pueden cargar la bicicleta en la parte delantera!), me bajé en Santa Rosa, estando allí tomé otro bus hasta Guerneville y guiándome con el GPS de mi celular, bajo la lluvia, llegué a pedaleando a la reserva de árboles con más de 1500 años de edad. Sentí que estaba en un lugar sagrado y que California era un lugar mágico. Me sentí agradecida. Luego conocí el pueblo de Guerneville y pude tomarme el mejor chocolate caliente de mi vida.
La gente de California irradia alegría y felicidad. La oportunidad que tuve de conocer y hacer amigos en la universidad me dio la oportunidad de ser la primera en darle un abrazo a compañeros japoneses pues por su cultura, nunca antes recibieron alguno. Compartí en la iglesia de mi familia americana, conociendo y escuchando canciones de rock cristiano.
Al llegar a Venezuela, recibí mi título como Socióloga graduándome con honores y cómo la primera de mi clase. Continuar planificando mi vida y mi carrera profesional, me llevó a participar en un concurso de la Escuela de Sociología para dar clases en el área de Metodología de la Investigación. Decidí postularme para el Doctorado en Ciencias Sociales de la UCV con mi proyecto sobre Caracas para recuperar sus espacios a partir de las memorias de los caraqueños y sus generaciones y fui admitida. Comencé a trabajar en el Dividendo Voluntario para la Comunidad (United Way Venezuela), una oportunidad que abrió un abanico de redes y contactos con las empresas más importantes de país para aprender de la Responsabilidad Social Empresarial como una forma de equidad social que está cambiando día a día la vida de miles de niños, adolescentes, jóvenes, familias y comunidades y así lograr la transformación de nuestra sociedad.
Dónde sea que llego y a dónde quiera que voy mis pasos dicen AVAA. Es una huella imborrable que llevaré con orgullo siempre.
Prensa AVAA