Quien le conoce no se imagina que detrás de ese joven tan sencillo, se esconde el talento de un artista que puede llamarse integral, sobre todo porque no estudia artes, estudia ingeniería, y eso lo hace más particular. Verlo a los ojos es conmovedor, transmite sinceridad y nobleza, pero en el fondo hay un poco de tristeza que no puede disimularse.
La entrevista surgió como una comisión, pero la verdad es que Leví Mendoza es un becario ejemplar, el personaje adecuado para una entrevista de personalidad. Conocer su historia arruga y refresca el alma al mismo tiempo, y, sirve de ejemplo para demostrar que los obstáculos son oportunidades para crecer y regresar al mundo, con más valor, con más fortaleza de espíritu.
Su nombre no fue casual, él sonríe cuando se le pregunta el significado. Honestamente todos se lo preguntan y él se toma unos minutos para responder: “Leví es un nombre tomado de la Biblia, él era uno de los hijos de Jacob y significa unir, en Hebreo, era el que estaba dedicado al servicio”. Casualmente, o por designios, dirían las personas que creen en que los nombres definen la personalidad, Leví se dedica al servicio a los demás a través de la iglesia a la que pertenece compartiendo la palabra de Dios.
Leví Mendoza nació un 25 de febrero en La Vega, una localidad de Caracas súper conocida y que parece más peligrosa de lo que realmente es. En esa localidad estudió, conoció amigos, creció y se convirtió en un joven de bien. Allí vivió durante 17 años hasta que las vaguadas del 2011 le arrebataron su casa, su hogar.
“No se lo recomiendo a nadie”, dice Leví al recordar aquella experiencia. Él y su familia fueron ubicados en un refugio junto a 200 personas de diferentes localidades que estaban en la misma situación de vulnerabilidad. Esta fue una de las peores experiencias en la vida de este joven que apenas tenía 17 años. Cuenta que en las tardes se alejaba para caminar y analizar la situación en la que estaba inmerso: un espacio en el que literas individuales servían de paredes para separar a unas familias de otras y donde había excremento regado en el suelo y las paredes de los baños. Los jóvenes que crecieron con Leví y los de otros sectores que tenían más o menos su edad, se habían convertido en delincuentes, las adolescentes habían empezado a vender su cuerpo para obtener dinero y el panorama no parecía alentador.
“Ese lugar fue un “cúmulo de cosas malas, tenías que estar pendiente de que no te robaran. Del 100% de los jóvenes que estábamos ahí, no exagero si digo que quedan vivos 30%. Hubo mucha gente que se conformó con el sueldo que les pagaban por ser refugiados, esperaban que les llevaran la comida a la cama y dormían hasta la una de la tarde. Ver eso me hizo rechazar el conformismo”.
Este joven, que hoy está en el tercer año de su carrera, se dio cuenta en ese momento de lo que no quería en su vida, y decidió forjar un futuro cerca del conocimiento. “Estar fuera de tu casa y perder todo lo que tenías es un golpe muy fuerte. Ver todo eso me enseñó a apreciar el hogar y la privacidad.”
Desde muy pequeño Leví fue muy cercano a su mamá. Ella fue su apoyo en los momentos más difíciles cuando estuvieron en el refugio, lo aconsejaba cuando se portaba mal. Durante su etapa de mala conducta cuando estuvo en el bachillerato, su madre tenía que ir al menos una vez al mes al liceo para escuchar los reclamos de los profesores por la conducta de su hijo, pero contario a la reacción de muchas madres, ella se mostró considerada y empática.
Leví aleja un poco la mirada para hablar sobre ella. La señora Trinidad falleció el año pasado después de luchar por muy poco tiempo contra un tumor cerebral. Lleno de fortaleza se mantuvo en pie para apoyar a su hermana pequeña quien tenía 10 años entonces, pero después de transitar por lo que llaman el estado de shock, le costó demasiado superar esta pérdida hasta el punto de cuestionarse sobre lo que estaba haciendo para construir su futuro. “Tuve que hacer un esfuerzo triple para continuar con la universidad”.
Ha pasado muy poco tiempo desde aquel día, y sin embargo, Leví demuestra una fortaleza espiritual muy grande que le ayuda a recordar a su mamá por la capacidad que tenía de hacerlo sentir bien en cualquier circunstancia.
USBista, músico y actor
“Amor a primera vista”, así describe Leví lo que sintió la primera vez que fue a la USB cuando participó en las olimpiadas Kanguro estando en el colegio. “No sabía qué carrera estudiar, pero quería estar ahí”. Después de ese momento comenzó un recorrido por formarse dentro de esa casa de estudios. Participó en el Programa Igualdad de Oportunidades (PIO) y confiesa que el cambio drástico entre el liceo y la universidad, lo asustó, pero esa preparación lo ayudó a superar la prueba de admisión unos años más tarde.
Este estudiante de ingeniería eléctrica relata que escogió esta carrera como un reto porque era la más difícil y asegura que fue una buena decisión. Leví tiene un promedio de 5/5 puntos en la USB y esa proeza ha sabido combinarla con la pasión artística que tiene desde su adolescencia. Estudió música en el Sistema Nacional de Orquestas donde aprendió a tocar cuatro, bandola, bandolina, maracas y cello; ese talento lo hizo acreedor de un cupo para estudiar en UNEARTE, pero prefirió continuar con la ingeniería y asumir el arte como un hobby. Esa combinación artístico-científica lo hace tener una perspectiva distinta de la vida.
Seguidor de Jesucristo
“Jesucristo para mí ha sido la mejor decisión que he tomado”, afirma Leví, quien se sintió agradado de que se le preguntara sobre su relación con Dios. “Eso es parte de la identidad de mi familia y al principio yo no lo hice mío, asistía a las reuniones y ya, pero cuando realmente yo pude tener un acercamiento con el significado de Jesucristo para mí, fue cuando tome la decisión”.
Él no es un cristiano de los que va a la iglesia nada más, se ha encargado de ayudar a las demás personas a través de la palabra de Dios y no lo hace para ser reconocido después, sino porque su vida cambió cuando Dios entró en su vida. “Estamos acostumbrados a acercarnos a Jesucristo desde lo que los demás han visto, pero conocerlo personalmente rompe los paradigmas (…) Dios me ha hecho milagros en mí, cuando tenía 14 años estuve a punto de ser dializado y en menos de un mes mi riñón se salvó, aun cuando yo no seguí la dieta estricta que me habían mandado”.
Leví Mendoza ya está por terminar su carrera y ha obtenido grandes logros. Recientemente fue reconocido en la Asamblea General Anual de AVAA por tener el promedio más alto de los becarios de su área, y además de eso, es miembro del Comité de Becarios de Proexcelencia. Actualmente pertenece a un grupo de adoración en su iglesia y en él, canta, baila y actúa; a través de ese grupo ha realizado labores de voluntariado en el hospital Miguel Pérez Carreño y comparte con los demás toda la nobleza que hay dentro de él.
Él ocurre, él está. Sigiloso, sencillo, de alma noble, bastante callado, pero es imposible que pase inadvertido. Así es Leví Mendoza.
Cristhian Ortega- Prensa AVAA.
Fotografía: Luis Rodríguez